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martes, 14 de diciembre de 2010

Promesas, relato corto de Halloween

Sonreí mientras me acercaba animada a casa de Alex; pasaría la noche de Halloween con él. Ya tenía la película de miedo, mi disfraz y los aperitivos, así que llamé al timbre y esperé a que abriera la puerta. Mientras tanto, observé los alrededores: el pueblo en el que vivíamos estaba desierto, pero era muy agradable pasear por sus calles tranquilas y blancas.

Alex abrió la puerta y me sonrió.

-Pasa, te estaba esperando –dijo, apartándose para dejarme paso.

Al entrar en la casa me abrazó y nos besamos. Hacía ya un par de meses que salíamos juntos.

-Me he esforzado mucho en la decoración –reconoció, al separarnos. Mire a mi alrededor. –Espero que te guste.

-¡Por supuesto! Telarañas, sábanas negras sobre los muebles... todo es muy tétrico. –Avancé hacia la cocina, donde vi un charco de sangre falsa y un rastro hacia un armario del comedor, del que salía una mano pálida y rígida. –De verdad te has esforzado, ¿eh?

Caminamos hasta el sofá, y mientras me sentaba, él preparó todo para ver la película. Una vez hubo empezado, nos acercamos cada vez más, hasta que terminamos abrazados en uno al otro. Cuando la película acabó, nos miramos y me levanté.

-¿Ya te vas? –me preguntó él, sorprendido.

-Sí. Te lo dije ayer, no me puedo quedas esta noche. Me están esperando en casa.

Recogí mi bolso y saqué la película del reproductor. Cuando me giré, Alex no estaba en el comedor. Me acerqué hasta la cocina, pero tampoco lo encontré allí.

-¿Alex? –llamé, confusa.

Cuando me acercaba al recibidor pisé el charco de sangre. Noté entonces algo extraño en él: parecía más espeso en algunas zonas, como si estuviera coagulando. Me agaché y lo toqué ligeramente con las yemas de mis dedos, para después olerlo.

Mi expresión de congeló en ese momento. Olía a óxido, y no parecía sangre falsa en lo absoluto.

Retrocedí asustada hasta que noté que chocaba contra algo. Mi giré lentamente, no queriendo saber qué esperaba tras de mí, y vi una figura oscura de pies a cabeza. Todo su cuerpo era del color más negro que pudiera imaginar. Todo, excepto esa sonrisa.

Se quedó grabada en mi alma desde ese mismo momento. Algo hace que todavía me retuerza al recordarla, como si fuera la maldad misma.

-No me dejes solo –dijo, con una voz que no era de éste mundo.
Corrí desesperada hacia el recibidor e intenté abrir la puerta, pero no pude. Miré a mis espaldas para ver dónde se encontraba ese ser, pero había desaparecido.

Por un momento pensé que me lo había imaginado.

-¿Te irás? –susurró en mi oído.

Grité aterrorizada y corrí en dirección al comedor, pero tropecé y caí al suelo. Algo frío tocaba mi pierna, y al mirar vi la mano que salía del armario. Al tropezar había abierto un poco la puerta, y pude ver el rostro de Alex congelado en una expresión aterrorizada, mirándome con sus ojos vacíos y desenfocados.

No sabía cuándo había empezado a llorar, pero tenía las mejillas empapadas por mis lágrimas. Al ver a Alex no me importó nada más: ni la criatura que me perseguía, ni el hecho de encontrarme encerrada en la casa con ella.

Olvidé todo aquello que me rodeaba y avancé a rastras hasta la puerta del armario, sacando de allí el cuerpo entumecido de mi novio. Me abracé a él y me prometí no soltarlo, sin ser capaz de aceptar su muerte.

Levanté la mirada para saber si la sombra seguía ahí. Otra vez encontré el lugar vacío, pero ya no me preocupé por ello.

Sentí unos brazos envolverme desde atrás, pero no me inmuté.

-No me olvides –murmuró para mí.

Giré mi cabeza para observarle, sorprendida por reconocer su voz, y en lugar del monstruo que había visto anteriormente encontré a Alex, que me miraba con una sonrisa triste dibujada en la cara. Después, desapareció sin más ante mis ojos.

Me quedé allí, abrazada al cuerpo de aquel al que amaba, durante horas. Cuando llegó su familia llamó a la policía y me apartaron de él.

Ahora sé que aquel que le mató no fue esa sombra, sino un hombre normal y corriente, horas antes de que yo llegara.

Fuera lo que fuera aquello que pasó ese día, no quiero saberlo. Aquello a lo que me he aferrado ha sido a la promesa muda de que nunca olvidaría a mi querido Alex.

Marina, 31/10/10

Como el Aire

Iba a pasar las Navidades sola en Londres. Nadie se encontraba a mi lado, a excepción de él. Era el único que me comprendía, por eso decidí ayudarle. Ahora, no me arrepiento de nada.

Le encontré bajo un banco cuando volvía a casa. Se encontraba en una caja de cartón y estaba muy sucio. No pude dejarle solo. No tras saber cómo me sentía al estar en soledad. Lo adopté en secreto, ya que en la finca en la que me hospedaba no tenía permitido tener mascotas. Cuando lo lavé, me llevé una sorpresa enorme. Mi nuevo amigo era blanco. Un hermoso gato blanco. Comparado con mi oscuro iris, parecíamos seres completamente diferentes, pero en realidad éramos muy parecidos.

Viví con él durante mucho tiempo. Un mes, dos meses… El tiempo pasaba volando y él seguía a mi lado, sin pedir nada a cambio. Aunque por lo que cuento parezca que nadie quiere estar conmigo, es al contrario: Soy yo la que se aleja de los demás. La simple razón es que, tras llegar a Londres, decidí no hacer amistades que dificultaran mi partida. Con él era diferente, su hogar era el mío propio.

Toda la felicidad desapareció cuando enfermó. Al principio no comía, después dormía demasiado. El veterinario me dijo que era una enfermedad muy grave que únicamente afectaba  a los gatos si no habían sido vacunados con anterioridad. Seguramente, al haber sido abandonado, nadie se había encargado de proporcionarle las vacunas necesarias para su salud. Empeoró según pasaba el tiempo, y llegó le momento en el que ni siquiera podía mantenerse en pie. Decidí que, ya que la enfermedad no tenía cura y no merecía sufrir, lo mejor sería sacrificarlo. El veterinario me aseguró que no sentiría ningún dolor. Espero que así fuera.

Aunque parezca cruel, no tenía otra opción. Él había permanecido a mi lado hasta el último momento. No deseaba que sufriera, pero tampoco que muriera. Intenté no ser egoísta y pensé en él. Sólo por un momento, os pido que toméis mi lugar en esa situación. Vosotros también habríais actuado como yo.

Las Navidades llegaron y yo seguía en Londres. Sí, estaba en Londres, pero no estaba sola. Él me acompañó en ese día. Lo sé, y aunque sólo tenga mi intuición como prueba, estoy completamente segura de mis palabras. Si me preguntarais el por qué, te contestaría con otra pregunta: ¿Puedes ver el aire? Aunque no lo veas, sabes que está ahí porque sin él todo sería diferente. Ahí tienes mi respuesta: sé que estaba ahí porque si hubiera estado sola no hubiera sentido la tranquilidad de su compañía, que desde que dejé la clínica veterinaria puedo sentir con total claridad. Justo como si de aire se tratara.
                                                             Marina, 12/03/2009

Bienvenidos

Nunca pensé que me atrevería a escribir mi propio blog, aunque no vaya a ser exactamente uno propiamente dicho. Lo utilizaré principalmente para subir mis historias, pues me encanta escribir. Mi inspiración es principalmente el mundo de los sueños: todo aquello que me pase por la cabeza se verá plasmado en alguna de ellas.

Pido disculpas si alguna vez desaparezco durante largos periodos de tiempo, o dejo de actualizar alguna historia en concreto. Estoy estudiando y de vez en cuando tengo avalanchas de exámenes, además de que la inspiración se va de paseo a veces y no vuelve.

Por último, pero más importante de todo, os pido que NO PLAGIÉIS nada de lo que escriba. Son historias originales, y por lo tanto tengo derecho sobre ellas.

Muchas gracias por tomaros la molestia de leer mis desvaríos: si dejáis algún comentario, lo leeré y contestaré con gusto.